Artículo de vidasana.org
Gabi Martínez es un viejo amigo de esta atalaya mediática y un escritor con un amplio currículo. En los últimos tiempos, merodea la literatura de Naturaleza en sus obras y, además, dirige ciclos y festivales dedicados al género. Ahora, acaba de publicar “Un cambio de verdad” (Seix Barral). Estuvo viviendo como un pastor con un rebaño de oveja negra extremeña durante meses. Compara el método ecológico y extensivo con el industrial. Habla de biodiversidad, de ecología profunda, de paisaje, de futuro eco-nómico… Su mirada es poética pero no en exclusiva.
Gabi se instaló en una chocilla sin calefacción ni agua corriente. Se trataba de vivir como un pastor de antaño. De conocer la Extremadura profunda y de alternativas verdaderas. Allí… En la Siberia extremeña. En las página viven las ovejas negras, los paisajes, los habitantes de la zona, los pastores, los ecologistas… Ecología profunda, cambio climático, cambios de paradigma… Los protagonismos se van alternando.
-“Un cambio de verdad” es tu último libro… Describes las diferencias entre la cría de ganado más o menos industrial y la ganadería ecológica en extensivo… ¿Cómo ha sido el proceso del libro y qué has aprendido?
-Tantas cosas… un aprendizaje decisivo ha sido sentir cómo el primer cambio, el gesto de ir a trabajar al campo, me condujo a un cambio mucho más profundo. Uno real, de los que tocan la emoción, no la estética. Lo percibí incluso al escribir: por primera vez he experimentado el bloqueo literario. Al principio no tenía el conocimiento, ni por lo tanto el vocabulario ni la experiencia necesarios para dejar que el texto fluyera, y durante meses no pude escribir. Cuando me asenté, cuando tomé decisiones con los rebaños, con mi hijo, cuando dejé de pensar que estaba allí y simplemente me concentré en vivir el día a día, el entorno comenzó a expresarse de forma natural, y la escritura también. Lo que mejor sintetiza la experiencia es que ahora tengo grandes amigos en Extremadura, hasta el punto de haber impulsado una asociación para defender la cultura y la naturaleza: Caravana negra.
LAS INFLUENCIAS
-¿Cuáles son los escritores/as y pensadores/as qué más te han influido a la hora de seguir el que camino que has seguido en tu obra y en tu vida?
–La ironía cosmopolita y sin embargo tan doméstica de Josep Pla combinada con el misticismo de Unamuno y la crítica valleinclaniana fueron muy importantes para desarrollar espíritu crítico, combinando lo terrenal con lo trascendente. Luego, me fascinó el atrevimiento artístico de David Foster Wallace y Chatwin, y he aprendido a respetar el territorio gracias a los viajeros que han sabido contar el espacio vinculándolo a lo humano. Desde Isak Dinesen a Mathiessen y T.E. Lawrence. A la hora de construir historias, Philip Roth y Jonathan Franzen. Y cuando en épocas más recientes descubrí la liternatura, me deslumbró la apuesta de Annie Dillard, capaz de firmar una obra maestra hablando sobre las criaturas menos visibles y queridas por la sociedad. El cine también ha sido clave, crecí en un videoclub. El resultado es un singular aprecio por las transgresiones que iluminan y por los márgenes de la sociedad, así que cada vez me he ido interesando más por la naturaleza, claro. También determinado porque la pensadora más influyente ha sido mi madre, que fue pastora de niña. Para escribir “Un cambio de verdad” han sido muy importantes la ecología de Ramon Margalef, la mirada naturalista de Miguel Delibes, y, como fondo urbano, los urbanistas Ildefons Cerdà y Salvador Rueda.
“La mayoría de mis libros sugieren las posibilidades de lo alternativo, de lo que para muchos parece residual, incluso inútil. He escrito sobre un hombre que salvó a miles de personas gracias a su obsesión por encontrar al yeti; sobre un neurólogo que enloqueció; ahora, sobre la potencia transformadora del campo y de un rebaño de oveja negra criada en ecológico. Y, siempre, optando por la belleza, la oscura también”
-¿Qué momento dirías que vive hoy en el estado español la literatura de Naturaleza y cuál es tu sitio en ella?
–No existe ese lugar, como mucho se está perfilando ahora. Hay autores independientes, venidos de la biología, la ornitología o el periodismo como Antonio Sandoval o Javier Pérez de Albéniz que están trabajando ese ámbito con brillantez pero en gran silencio desde hace años. La estupenda filósofa Marta Tafalla… pero falta crear cantera. Hoy, los referentes artísticos de naturaleza en España continúan siendo un escritor que cazaba, Miguel Delibes, y Félix Rodríguez de la Fuente, que hacía televisión. Tenemos que actualizarnos, crear un nuevo relato natural. Algunas librerías están abriendo sección de liternatura y, aunque la mayoría de títulos son extranjeros, supone un paso. Mi particularidad puede ser que vengo de la literatura pero tampoco me considero un escritor especializado, como sí los hay en otros países. Me he ido aproximando por instinto, después de escribir mucho sobre viajes y atender a cómo influye el medio ambiente en nuestra cotidianeidad. Y ahora, en esa línea, me encuentro con que he escrito un libro sobre la Gran Barrera de Coral y otro que habla sobre animales “invisibles” del mundo, además de éste último. No formaba parte de un plan consciente, la coherencia se la he visto después.
MUNDO TECNOLÓGICO
-¿La idiosincrasia de los pueblos tecnológicos es demasiado materialista para comprender que hay otras formas de producir alimentos que no pasan por la lógica productivista del consumo de masas?
–Las lógicas las crean los propios pueblos, y, hasta ahora, los “pueblos tecnológicos” han querido aceptar la lógica materialista apuntalada por los que poseen grandes intereses en el mercado. El argumento que utilizan los apuntaladores es que, para alimentar al planeta superpoblado, para salvarnos del hambre, es necesario producir a gran escala. Esto es falso. El problema es justo la escala excesiva y los gigantescos monocultivos que desequilibran los ecosistemas. La pandemia quizá haya hecho titubear a más de uno, y sin duda va a obligar a mirar al producto local y ecológico de otro modo. Habría que amortizar el momento para proyectar la idea de que, hoy, reducir es progresar.
-Ahora, después de tus experiencias con el ganado, ¿qué ves cuando ves un rebaño de ovejas por esos montes de Dios…? ¿El mundo materialista sólo ve recursos alimentarios…?
–En España hay rebaños estupendos criados en extensivo, pero cuando ah
ora los veo no dejo de preguntarme si inyectarán antibióticos a las ovejas, o melatonina para cambiarles los ciclos de sueño. Si la hierba que comen estará impia o llevará pesticidas o fertilizantes. Por otro lado, la apuesta española es por la carne. Con los rebaños que tenemos en la península, la lana podría ser una opción, como lo es en Australia o Nueva Zelanda, pero habría que cambiar radicalmente muchas dinámicas. De todas formas, “Un cambio de verdad” no es un lamento por lo rural sino todo lo contrario. Busca empoderar al campo como se empodera a una persona, con todos sus claroscuros, con toda su fuerza presente y futura.
TRASHUMANCIA
-¿En qué medida la desaparición de la ganadería extensiva y de la trashumancia es un peligro para la diversidad genética, para los incendios en los bosques, para las culturas rurales…?
–Los rebaños trashumantes son grandes portadores de biodiversidad, porque durante sus largos desplazamientos trasladan semillas que enriquecen los suelos por donde pasan. Además, actúan como jardineros, podando las hectáreas que les sirven de pastos y abriendo cortafuegos naturales. En cuanto a la diversidad genética de la propia oveja, el peligro va por razas. Las merinas, una raza histórica del campo español, están en peligro porque los corderos tardan una semana más que los de otras razas en lograr el peso necesario para venderlos. Cuanto más tardan en alcanzar el peso, más gasto para el ganadero, menos rentables les resultan y más se los quieren quitar de encima para trabajar con otras razas.
-¿Qué quieres transmitir con tus libros? ¿Pueden ser una herramienta para la concienciación?
–La mayoría de mis libros sugieren las posibilidades de lo alternativo, de lo que para muchos parece residual, incluso inútil. He escrito sobre un hombre que salvó a miles de personas gracias a su obsesión por encontrar al yeti; sobre un neurólogo que enloqueció; ahora, sobre la potencia transformadora del campo y de un rebaño de oveja negra criada en ecológico. Y, siempre, optando por la belleza, la oscura también. Creo en la poesía, considerando a la poesía como una forma de estar en el mundo; y creo en liberar nuestra naturaleza animal, porque eso agudiza la intuición, que permite detectar peligros y prepararnos para enfrentarlos. Mi literatura también invita a cuestionar los discursos oficiales. Escribí un libro de 600 páginas sobre España cuando muchos decían que España iba bien. He superado dos censuras y me han bloqueado dos libros de investigación. También intento contagiar mi fe en la diversidad. Hasta hace poco se insistía en la importancia de ser diferente. Yo prefiero las posibilidades de lo diverso y lo ecléctico. Los libros son una forma de comunicar todo eso, y tienen la ventaja de que cada lector les imprime la velocidad que desea. El libro permite pensar a tu ritmo así que la literatura es un arte ecológico (esto es broma, pero no tanto).
SUDÁN
-De todos tus viajes y experiencias con la Naturaleza más o menos salvaje, ¿cuál dirías que ha sido más capaz de conmocionar tu corazón?
–Es difícil comparar lo salvaje: es por definición distinto, y por eso atractivo, fascinante. Sudán lo guardo como un tesoro por la luz, por el blanco que tocaba todo, desde el cielo a los perros y los camellos. Soy un incondicional del desierto y los ríos, así que el curso del Nilo en Sudán me emocionó de una forma distinta. También recuerdo con mucho cariño los días en Cape York, el cuerno de Australia, entre termiteros gigantes, conociendo a las comunidades aborígenes que resisten allí.
-Algunas personas señalan que la crisis del coronavirus está haciendo que mucha gente despierte y que se cambien hábitos en torno a restituir un equilibrio con la Naturaleza? ¿Cuál es tu opinión al respecto?
–Puede ser un estímulo para subsanar ese déficit de naturaleza que padecen las sociedades urbanas. Lo cierto es que conocemos a la naturaleza de vista, como una superficie lejana, pero es cierto que se habla sobre un interés mayor en interactuar con lo verde… quizá ahora que nos ronda la muerte de una forma tangible intentemos sentirnos más completamente humanos despertando sentidos aletargados. Los científicos dicen que disponemos de catorce sentidos y de ocho inteligencias. Conclusión: nos conocemos muy poco. De vista y oído. Poco más. La pandemia sugiere que deberíamos empezar a conocernos mejor, a cambiar el paradigma. A cambiar el verbo atacar por el verbo cuidar. Pero las grandes fortunas van a querer recuperar beneficios rápido y, mientras oigo declaraciones de buenas intenciones, los hechos indican que seguimos en la dinámica precrisis o peor. El cambio real depende de que muchas personas saquen a la oveja negra que llevan dentro para demostrar que su propuesta y su responsabilidad vale mucho más que la de esa mierda de ovejas blancas que hasta están presidiendo países. Lo que pasa es que salirse del carril común es algo muy íntimo y arriesgado. Y creo que vivimos en una sociedad todavía demasiado cobarde y dependiente como para asumir las consecuencias de lo que significa cambiar algo de verdad.
Pedro Burruezo
Artículo de vidasana.org